QUINO VILLA Y OS NINOS Y NINAS DE O «CEIP VIRGEN DE LA SOLEDAD» DE BOLEYA GANAN O IV PREMIO PEDRO LAFUENTE

O IV Premio «Pedro Lafuente» enfilau por o Conzello de Uesca ha siu ganau ista añada, en a categoría de Narrazión curta, por Joaquín Villa Bruned (Chistén, 1957), escritor e investigador d’a cultura altoaragonesa, en espezial d’a chistabina, con o relato «Qué cursa tan larga, Melieta!». Ye autor de novelas, relatos e poemas en l’aragonés d’a val de Chistau.
En a categoría infantil Zagals, o ganador ye o CEIP Virgen de la Soledad, de Boleya, con a obra en formato cómic «4 ninos e 4 animals».


En a entrega d’os premios, amenizada por La Chaminera, o director cheneral de Política Lingüistica ha animau a las autoridaz oszenses a triballar pa que Uesca se convierta en a capital de l’aragonés:

«En los primeros días de 1247, el rey Jaime I convocó Cortes en Huesca y aprobó unos Fueros para todo el reino con el objetivo de poner fin al caos jurídico que suponía la existencia de normas distintas en los territorios que se iban uniendo a la corona. Una de las versiones más célebres de esos Fueros es el libro conocido como Vidal Mayor, que podemos considerar libro fundacional y que todavía se encuentra “emigrado” fuera de Aragón. Es uno de los textos más importantes escritos en aragonés en esta Ciudad.

El Libro de la Muralla de Huesca da fe del uso del aragonés en el siglo XV, como lo dan las composiciones en aragonés de la Palestra Numerosa Austríaca o la obra de Ana Abarca de Bolea, del siglo XVII.

La ciudad de Huesca ha sido a lo largo de los siglos y especialmente en la segunda mitad del siglo XX, lugar de acogida para numerosos altoaragoneses que han tenido que dejar sus comarcas de origen y se han trasladado a la capital trayendo su bagaje cultural y lingüístico, enriqueciendo la cultura urbana. Además, desde los años 70 del pasado siglo, con la creación del Consello d’a Fabla Aragonesa, esta Ciudad ha sido el centro neurálgico de la llamada Renaxedura, el renacimiento de la lengua aragonesa, hasta entonces olvidada, cuando no vilipendiada. Lugar de celebración de congresos científicos, las “Trobadas de Estudios y Rechiras arredol d’a Luenga Aragonesa”, sede de la institución pública que más ha trabajado por la investigación sobre el aragonés, el Instituto de Estudios Altoaragoneses y, sin duda, el lugar donde más libros se han impreso en esta lengua y sede de Fuellas, la revista decana en aragonés. Por otro lado, su vitalidad siempre ha estado presente en la vida cotidiana, el ayuntamiento de Huesca ha sido pionero en la creación de una Oficina de Lengua Aragonesa y celebra cada año unas jornadas culturales con el título “Luenga de Fumo”, por ejemplo.

Esta presencia se ha reflejado también en los medios de comunicación locales. Así, en las primeras décadas del siglo XX, López Allué publicó en aragonés en el Diario de Huesca; Teodoro Bordetas en La Voz de la Provincia; Agliberto Garcés en La Tierra y Enrique Capella en La Nueva España; y, por supuesto Pedro Lafuente, que da nombre a los premios que hoy se entregan, ha sido uno de los mayores divulgadores a través de sus colaboraciones en La Nueva España y sus más de 750 programas titulados “Alto Aragón” en Radio Huesca, emisora que acogió también durante dos décadas el programa “Charramos” impulsado por el Consello d’a Fabla Aragonesa.

Desde hace algunos años, el aragonés está presente en la educación de la ciudad: se promueve en un centro concertado de educación infantil y primaria, y desde el pasado curso, se imparte en un centro público, como asignatura voluntaria, lo que tiene más importancia, pues pone de manifiesto el interés de las familias para su aprendizaje.

Esta misma semana el Gobierno de Aragón ha aprobado la implantación para el curso que viene de la mención de maestro de aragonés en el Campus Universitario de Huesca, donde desde 2011 se desarrolla el único título propio de la Universidad de Zaragoza relacionado con el aragonés: el Diploma de Especialización en Filología Aragonesa.

Son estos unos pocos ejemplos de la presencia de la lengua aragonesa en la vida y en la sociedad oscense. Una presencia continuada a lo largo de la historia, y muy especialmente en las últimas décadas, que bien podría merecer que esta ciudad se postulase como capital de la lengua aragonesa. Una capitalidad indiscutible para un patrimonio singular y único. Una seña de identidad para la capital del Alto Aragón del que, creo, debe estar orgullosa.»

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